Radio
Uno de los avances mas excitantes en nuestro días es la llegada de la radiodifusión de Audio Digital o en ingles Digital Audio Broadcasting (DAB), que provee la misma calidad del disco compacto a la recepción de la señal y puede trabajar con satélites y transmisores terrestre convencionales. Este mejorara notablemente la entrega de los servicios radiales a los oyentes, mientras que el espectro radial podrá ser utilizado con mucho mas eficacia incorporando cinco o seis servicios en FM en el mismo espacio que antes ocupaba sólo uno. También mejorara la confiabilidad, ofreciendo una recepción radial libre de interferencias a los oyentes al usar portátiles y radios para vehículos.
Otra innovación es el Sistema de Radio Data para vehículos o Radio Data System (RDS). RDS es una señal de data inaudible emitida en FM, la cual suma "inteligencia" a los equipos receptores en los que esta función se encuentre disponible. A través de estos se emite entre otras cosas el nombre de la estación, el de la pieza musical en el aire o cualquier otra información.
Televisión
A manera de predicción, en un diario norteamericano, hacia 1892, apareció un articulo que informaba que con el tiempo, se transmitirían por el aire todo tipo de imágenes a través de un “telectroscopio” así lo denomino este medio. En el siglo XX, gracias a varios años de investigaciones y descubrimientos técnicos, esta profecía se cumplió. En 1928, se le otorgó a la General Electric la primera licencia para operar una estación experimental de TV.
En 1936, Gran Bretaña inauguro el primer ciclo de emisiones regulares de televisión a través de la BBC no obstante, desde comienzos de siglo, se venía probando con la transmisión de imágenes a distancia. Pero el estallido de la Segunda Guerra Mundial llevó a concentrar todo el esfuerzo tecnológico en el conflicto. Durante éste, la RCA impulsó investigaciones que lograron perfeccionar las imágenes televisivas en los Estados Unidos. Al finalizar el conflicto, los aparatos llegaban a los tres millones y las estaciones emisoras, a doscientas. El nuevo medio contaba con ventajas propias para su rápido éxito.
La televisión ha sido en esencia la búsqueda de un dispositivo adecuado para explotar imágenes.
Su rápida expansión ha sido posible en las sociedades de numerosa clase media, con su elevado índice de estandarización, su poder adquisitivo, su gasto en publicidad, su concentración urbana y su consumo de símbolos producidos masivamente. La atracción que ejerce sobre las masas, es de naturaleza psicológica y artística en el sentido de un arte popular con características muy particulares y distintas a la convencional.
La TV como lenguaje, posee ciertas características que le han sido impuestas por las limitaciones técnicas del medio y las condiciones sociales que enmarcan el espectáculo televisivo.
Este medio nos ha puesto frente a algo totalmente nuevo, el avance electrónico ha sido demasiado veloz, nuestra celeridad mental no alcanza a comprender esta vida nueva. La imagen televisiva habla el lenguaje de la gente, enseña técnicas de información, motiva, golpea emocionalmente y permite una fácil identificación. Su influencia es muy grande en la vida de las personas que le dedica mucho tiempo.
Periódico
El medio de mayor antigüedad es el periódico como consecuencia del invento de la imprenta de tipos movibles por Johann Gutemberg en 1438. Este suceso revoluciono las comunicaciones mundialmente. El primer periódico impreso, el Weekley News of London, que fue el primer periódico Ingles publicado en 1622. El anuncio pionero en un diario británico apareció en 1625.
Aunque la información sea su función más destacada, la prensa periódica posee, como todo medio de comunicación, las funciones de informar, persuadir, promover, formar opinión, educar y entretener (habitualmente resumidas en la tríada informar, formar y entretener).
Algunos periódicos han adquirido fama por su aceptación de alguna sección en particular, ya sea que la sección sea destacada a comparación de otros periódicos, o que ésta tenga algún distintivo peculiar; por ejemplo, un periódico en una sociedad de publicación de varios periódicos puede atraer más clientela porque su sección de "anuncios clasificados" goza de fama de ser mucho más completa.
Internet
Definitivamente el fenómeno que logró revolucionar al mundo y que aún deja mucha tela que cortar, o mucho hilo que tejer, es esa denominada Telaraña Global. Ciertamente, Internet ha cambiado y mejorado diversos procesos, ha logrado unir al mundo en cuanto a su capacidad de conexión y representa sin duda una oportunidad para nuevas creaciones. Al respecto, Bill Gates, (Citado por Cordeiro, 1998) asegura que "La nueva tecnología ofrecerá a las personas un nuevo medio de expresarse. La autopista de la información abrirá oportunidades artísticas y científicas jamás soñadas a una nueva generación de genios."
Internet es entonces un nuevo canal de comunicación que resalta, además, porque permite en su particular ambiente la combinación de todos los demás medios. En la Red están la escritura y la fotografía de la prensa, las imágenes en video de la televisión y el sonido de la radio, sumados a la interacción y personalización de mensajes. La Red, más que un medio de comunicación, es un soporte (con enormes capacidades, vale decir) para todos los medios de comunicación que el hombre ha utilizado hasta ahora; sus características permiten la combinación de todo, es a partir de estas aseveraciones que se justifica la denominación de la Web como un supramedio, un metamedio.
Bibliografía
http://www.monografias.com/trabajos14/medios-comunicacion/medios-comunicacion.shtml
http://www.portalplanetasedna.com.ar/medio_radio.htm
http://es.wikipedia.org/wiki/Prensa_escrita
Influencia de los medios de COMUNICACIÓN
Medios de comunicación y política
Los sistemas de comunicación e información han privilegiado a los medios, esto hace que en realidad los problemas comunicacionales respondan fundamentalmente a intereses concretos de sectores de poder político y económico.
El Estado, o quien tiene en sus manos los poderes del Estado, para desarrollar sus programas y políticas económicas, sociales, etc., en correspondencia a sus intereses han determinado un conjunto de orientaciones ideológicas que se difunden a través de los medios de comunicación. Este proceso antes se hacía a través de la escuela, la iglesia, la universidad, esos eran los centros más importantes por medio de los cuales se imponían las ideas al común de la sociedad; ahora todo es mucho más rápido, eficiente, y efectivo, según la perspectiva de los que imponen la ideología.
La imposición de ideas a través de los medios de comunicación (radio, vídeo, televisión, prensa, comunicación electrónica), realmente no responden a niveles de objetividad, no tratan de mostrar diversas posiciones y tendencias sobre determinados problemas, sino que denota una fricción sobre la realidad y es esta fricción sobre la que actúan los políticos y los diversos actores sociales.
Medios de comunicación y cultura
Los medios masivos de comunicación se han vuelto más gravitantes en nuestra formación cultural, en la manera de relacionarnos con el mundo y con nuestros semejantes, en los trajines cotidianos del trabajo y la creación, y hasta en la intimidad de la vida hogareña. Cuanto mayor es hoy el peso de los medios masivos, procurar una evaluación de esa influencia y preguntarnos si esa influencia beneficia o perjudica a la cultura. Se afirma en general que beneficia, al menos en lo que respecta al creciente acceso a los bienes culturales en esta era de horizontes perceptivos enriquecidos y ampliados gracias a los medios electrónicos, al CD-Rom, Internet, la realidad virtual en suma. Pero aún si se acepta que a la postre ese aluvión comunicacional enriquece la cultura de los receptores, surgen reproches de variada índole. Entre ellos, tal vez el más señalado es el que apunta a la concentración de los medios de comunicación en poderes que operan a escala universal trasmitiendo valores homogéneos y pautas de conducta que traspasan fronteras, alimentan un público trasnacional cada vez más uniforme y, según se previene, amenazan con borrar las identidades culturales a través de mensajes en general mediocres. Al mismo tiempo, se ahonda la brecha digital, y por ende, la brecha cultural, como parte del proceso de ampliación de las asimetrías comunicacionales que distancian cada vez más a los países ricos de los pobres. Dentro de esas asimetrías destaca la posición hegemónica de Estados Unidos, en particular respecto a una América Latina que se asoma a sí misma en el espejo de CNN, prosigue su romance con Hollywood a través de Fox o HBO, expone a los jóvenes a subculturas del tipo MTV y se rezaga en la conectividad a unos medios interactivos en los que prevalece el sello norteamericano de origen. La comunicación ha supuesto la caída de muros entre las culturas del mundo y ha servido para acercarlas; acercarlas hasta un punto peligroso porque en muchos casos las identidades culturales aún no acaban de entenderse o de respetarse.
Medios de comunicación y economía
Los economistas académicos han comenzado a preocuparse recientemente de los medios de
Comunicación y su relación con la economía. La razón principal es que resulta difícil comprender Cabalmente el funcionamiento de un régimen político sin entender su relación con los medios de Comunicación. Y dado el creciente interés de los economistas por la interacción entre política con la economía, un estudio más detallado de los medios era inevitable.
La estabilidad económica ha permitido a las empresas -durante los últimos años- adquirir y aplicar las últimas tecnologías para garantizar la prestación del servicio que ofrece, y así mantener satisfecho a sus usuarios. Independientemente de que se produzcan y vendan bienes, servicios o ideas, uno de los principales intereses de las industrias que operan dentro de la sociedad capitalista actual, se centra en el crecimiento económico. La producción masiva logró satisfacer las necesidades básicas de la sociedad, pero tuvo su precio; la tensión entre los propietarios de los bienes, y los que no lo son. La industria de la radio, los estudios de cine, los periódicos, las revistas y la televisión son resultado del modelo capitalista de producción.
Medios de comunicación y tecnología
Los medios de comunicación se han valido desde un principio de la tecnología para hacer valer su sentido informativo. La tecnología hace que la comunicación de masas crezca cada día más, desde el punto de vista de que las fronteras van siendo eliminadas, las personas pueden acceder cada vez de una forma más rápida y accesible a la información, aunque quizás no de forma más veraz.
La tecnología y la comunicación han dado lugar a la aparición de la comunicación de masas, un tipo de comunicación que lleva información a grandes grupos de gente, a través de los medios masivos. La tecnología hace a los medios de comunicación e introduce en ellos un aspecto de universalidad. Con los avances de este conjunto de técnicas, la información fluye sin límites por todo el mundo. La tecnología supone para los medios de comunicación su vía “revolucionaria”, su capacidad decisoria, su poder de movilización y adaptación de las masas.
El ser humano ha logrado evolucionar sus formas de comunicación desde rudimentarios métodos como escrituras jeroglíficas pasando por la invención del alfabeto y el papel dando un leve paso hasta la llegada de la imprenta y luego la aparición del teléfono, cine, radio, y televisión. Todos estos instrumentos han sido un avance en la forma de comunicación del hombre y prácticamente todos han sido posible gracias a la tecnología que ha su ves ha sido el instrumento cuya evolución ha determinado el avance de la humanidad
e el ser humano ha logrado evolucionar sus formas de comunicación: Desde rudimentarios la escritura jeroglífica, pasando por la invención del alfabeto y del papel, dando un leve salto hasta la llegada de la imprenta, y apenas uno más para la aparición del teléfono, el cine, la radio y la televisión. Todos estos instrumentos han sido ciertamente un avance en las formas de
Medios de comunicación y religión
Los medios de comunicación son considerados por muchos el Cuarto Poder por su capacidad de influencia sobre la opinión pública, y sobre la configuración del imaginario colectivo en función del tratamiento que se le da a diversos asuntos.
La televisión también se está abriendo a los programas religiosos lo que permite presentar diferentes programas los cuales conllevan a la sociedad a una búsqueda continua de determinada religión.
En perspectiva teológica, el punto de referencia para entender la relación entre Iglesia y medios de comunicación social viene dado, en última instancia, por el hecho de que la Iglesia tiene como misión el llevar a cabo la progresiva realización del Reino de Dios y esto lo han logrado en a través de los medios de comunicación ya que estos permiten la publicación completa y conocimiento para la sociedad de todas la religiones existentes.
Bibliografía
http://www.oei.es/pensariberoamerica/ric05a00.htm
http://iriadevila.espacioblog.com/post/2006/03/03/los-medios-comunicacion-y-tecnologia-influencias-las
http://www.razonypalabra.org.mx/anteriores/n38/mherrera.html
Modelos de comunicación e investigación en América Látina
Retos a la investigación de comunicación en América LatinaJesús Martín-Barbero (en: Memoria de la semana internacional de la comunicación, U. Javeriana, Bogotá, 1981; y luego en Procesos de comunicación y matrices de cultura, G.Gili, México, 1988)
« Los críticos andan en general bastante desconcertados, y sin embargo pocas veces se ha hecho tan patente que la tecnología más que un conjunto de herramientas es una racionalidad práctica, e incluso la materialización de un modelo social, incluidas algunas de sus contradicciones. Mirarla así no implica en forma alguna el facilismo fatalista y suicida del rechazo, sino, por el contrario, la exigencia de un análisis especialmente lúcido de ese “nuevo” modelo de sociedad y del peso relativo pero cierto que esas tecnologías tienen ya. Necesitamos de una investigación capaz de asumir la complejidad del reto que las tecnologías plantean; esto es, que no sólo relativice su eficacia fetiche y la mistificación que produce (…) sino que sea capaz de poner al descubierto las virtualidades de transformación, las contradicciones que generan y, por tanto, las posibilidades de acción y de lucha que abren.»
Desde dónde hacemos investigación
Los años ochenta se inician con un claro reflujo de la utopía revolucionaria y un marcado retorno de las fuerzas conser-vadoras; y ello tanto en los Estados Unidos como en los países más vanguardistas de Europa. Mientras tanto, en América Latina se inicia un proceso de transición de las dictaduras hacia formas de “democracia controlada”, al tiempo que en las viejas democracias se endurece la repre-sión. Sólo Centroamérica parece ir contracorriente: los levantamientos populares retoman el proyecto y el idioma de la revolución, pero son duramente controlados, cercados económica y políticamente. Y toda Latinoamérica vive un “estado de emergencia permanente” en el que, como afirma M. Piccini, “las formas coercitivas de dominación deberán necesariamente cubrir las debilidades de las instituciones civiles, incapaces de establecer un marco normativo co-mún”. En los últimos años, el conflicto entre el carácter in-ternacional de la estructura económica y el carácter nacio-nal de esfera política se ha tornado insoluble, pero, a su vez, se ha convertido paradójicamente en una de las claves de la retórica de los dictadores, retórica con la que se trata de mistificar el hecho de que son cada vez más las transnacio-nales las que dictan las normas que deben adoptar las políticas nacionales. Este contexto replantea las condiciones de trabajo del in-vestigador en ciencias sociales, y en particular en el área de la comunicación masiva. Tres aspectos me parecen espe-cialmente relevantes en ese nuevo contexto. Primero. En el campo de la investigación las tácticas de dominio están cambiando: la “derecha” ha comenzado a perder el asco a ciertos temas; aún más, le está robando a las izquierdas algunos de sus más preciados “objetos” y los está sometiendo a una operación de lavado y neutraliza-ción. La fragmentación y la descontextualización son te-nidas por condiciones para la objetivación, es decir, para que una problemática pueda ser “tratada científicamente”. Así, la problemática de la penetración y la dominación cultural es convertida en la del intercambio o las relaciones interculturales; la problemática del nuevo orden informativo en la de la puesta al día de las técnicas y los comunicadores –porque la causa del desequilibrio informativo estaría en la baja preparación técnica y profesional del tercer mundo–; la problemática de la comunicación participativa o alternativa es transformada en la de esos nuevos medios que por sí mismos van a permitir a los receptores convertirse en emi-sores. No pocos empiezan a sentir la confusión. Los campos de lucha no están ya tan deslindados como hace algunos años. Y en muchas ocasiones no está nada claro el sentido, es decir, al servicio de quién o de qué se está trabajando. La época de las grandes denuncias –siempre necesarias– parece dejar el paso a un trabajo más oscuro pero no menos arries-gado y difícil: la lucha contra la amalgama ecléctica y la funcionalización de la crítica, la lucha contra un neopositi-vismo ambiente que vuelve a oponer, ahora más ladina y sofisticadamente, el trabajo científico al trabajo político. Y todo ello abonado por el desencanto, la división y la confu-sión que minan a las diferentes izquierdas.
Segundo. Las nuevas tecnologías de comunicación son presentadas, y recibidas, como la matriz de un nuevo mode-lo social, de una pseudo-utopía, con la que el capitalismo conjura su crisis y pretende salvarse esta vez. Aunque trata-remos esto más en detalle, como uno de los campos estra-tégicos a investigar, dejemos planteado el aspecto que más interesa: para una reflexión crítica, que sigue seriamente amarrada a una concepción instrumentalista de la técnica, el peso histórico y el entramado político de esas tecnologías, la racionalidad que ellas materializan, se escapa, desapare-ce. O fascinación o rechazo maniqueo; cuando lo necesario y urgente es en realidad la puesta en relación de las “posibi-lidades” que esas tecnología ofrecen con el modelo de sociedad en que se inscriben. Pero no para rechazarlas, sino para comprender su verdadera configuración y su alcance en el mantenimiento y aun en el reforzamiento de las actua-les estructuras sociales y de los “cambios” que indudable-mente acarrean. Tercero. La cada día más estrecha y más específica articu-lación económico-política de las comunicaciones con el proceso social global. En el plano económico “las comuni-caciones están penetrando hasta el corazón del trabajo y del sistema productivo” (S. Hall), no sólo por el aporte funda-mental de los medios al proceso de valorización del capital, sino por el papel que la información juega ya en cuanto materia prima de cualquier producción e incluso como redefinidora de los procesos mismos de producción. En el plano político las nuevas comunicaciones, resultantes del encuentro de la telecomunicación con la informática, vie-nen a replantear seriamente la función y relaciones del Estado –especialmente del Estado y los medios– a partir del control que unas pocas transnacionales ejercen sobre la investigación y la producción en este campo. Es todo el modelo democrático occidental el que está siendo afectada por la dirección en que marcha la “sociedad informatiza-da”.
La persistencia de la teoría negada y la esquizofrenia que alimenta
Tema-trampa, la problemática del hacer teórico sigue mi-rándose en América Latina como algo sospechoso. Desde la derecha, porque hacer teoría es un lujo reservado a los paí-ses ricos y lo nuestro es aplicar y consumir; desde la izquier-da porque los problemas “reales”, la brutalidad y la urgen-cia de las situaciones no dan derecho ni tiempo al quehacer teórico. Y sin embargo la teoría es uno de los espacios cla-ves de la dependencia; ya sea a través de la creencia en su neutralidad-universalidad, o de la tendencia a vivir de las modas, a buscar las herramientas teóricas no a partir de los procesos sociales que vivimos sino desde un compulsivo reflejo de procurar estar al día. Pero la dependencia no consiste en asumir teorías producidas “fuera”, lo depen-diente es la concepción misma de la ciencia, del trabajo científico y su función en la sociedad. Como en otros cam-pos, también aquí lo grave es que sean exógenos no los productos sino las estructuras mismas de producción. La investigación crítica en ciencias sociales, y particular-mente en lo que se refiere a la comunicación masiva, se ha definido casi siempre en Latinoamérica por su ruptura con el funcionalismo. Pero quizá esa ruptura ha sido más afecti-va que efectiva; al funcionalismo se lo descalifica “en teo-ría”, pero se sigue trabajando desde él en la práctica. Con frecuencia se ha roto solamente con su jerga pero no con la racionalidad que lo sustenta, y así seguimos atrapados en su “esquema”. Primero fue el
Mensaje contra los efectos ; y des-pués el receptor contra el mensaje , que era una manera de volver a los efectos pero “dinamizados”, y al fondo, más allá de las proclamas, la vieja dicotomía ideología/técnica
escamoteando la materialidad y la peculiaridad de los pro-cesos. Como escribí en otro lugar, el instrumentalismo funcionalista, por más que se revista de la teoría marxista, no puede romper con el verticalismo y la unidireccionalidad del proceso comunicativo pues se alimenta de ellos –como lo ha demostrado bien dolorosamente la experiencia chilena y la concepción consumista de la cultura que sostuvo gran parte de la izquierda–. El esquema funcionalista no raciona-liza quizá únicamente el proceso de domina-ción del capital, sino también otras formas de lo político, de ejercicio del poder, que subsisten pertinaces en su “negación”. Por-que lo que el modelo funcionalista impide pensar es la historia y la dominación, precisamente lo que racionaliza, es decir, lo que oculta y justifica. Lo que no cabe definiti-vamente en ese modelo es la contradicción y el conflicto, de manera que la verticalidad y la unidireccionalidad no son efectos, sino la matriz misma del modelo, su matriz episte-mológica y política. Y es importante señalar que esa matriz sigue viva en la complicidad que con ella mantiene la lin-güística estructural al descartar del análisis el espesor histórico-social del lenguaje, esto es, al dejar por fuera la complejidad y la opacidad del proceso, todo aquello que excede y subvierte el tranquilo ir y venir de la información, todo aquello que es huella del sujeto histórico y pulsional, todo aquello que es poder, control o fiesta en la comunica-ción. La persistencia de esa teoría alimenta una particular es-quizofrenia. Esquizofrenia que se hace visible en tantas investigaciones que se proclaman críticas, con una concep-ción totalizadora de lo social, pero cuyo método, cuya prác-tica analítica fragmenta lo real e impide conocer aquello que inicialmente se planteaba como objeto. Atención, por-que el problema no se sitúa en el ámbito de lo “subjetivo”, no es un problema de error de los investigadores. Es la misma esquizofrenia la que nos remite otra vez a la concepción instrumentalista de los métodos y las técnicas, que es la predominante en nuestras universidades a través de esos cursos de método en los que enseña “funcionalismo-marxis-mo-estructuralismo”; en ellos los métodos se estudian des-vinculados de la historia, de los problemas y las disciplinas en que se gestaron, convertidos en recetarios de técnicas, en fetiches cuyo rigor interno –coherencia formal– puede ga-rantizar la verdad de lo encontrado más allá y por fuera de las condiciones sociales del problema que se investiga, o cuya verdad interna puede llegar a suplir la observación atenta y rigurosa de los datos y los procesos empíricos. Esa esquizofrenia se plasma, por un lado, en la tendencia al teoricismo, a confundir investigación con especulación, en la tendencia a un discurso vago y generalizante con el que se trata de tapar no sólo la falta de trabajo empírico, sino también el escapismo político: hacer investigación para no tener que pasar a la acción, o mejor, se hace un tipo de investigación que no nos involucre, una investigación gene-ralista que no exija “práctica” alguna, porque investigando lo particular, sobre lo que es posible intervenir, se corre el riesgo de descubrir no sólo argumentos para “criticar” el sistema sino herramientas para transformarlo. Además, esa esquizofrenia se plasma en la falta de producción y la abun-dancia de reproducción, en la ausencia de creatividad y la abundancia de divulgación; que es otra forma de escapismo: escapismo al riesgo de abrir brechas nuevas en nombre de un pragmatismo positivista y chato que relega la imagina-ción a la esfera de lo artístico, de lo literario, desterrándola del trabajo científico y del quehacer teórico. Pragmatismo que se alimenta de aquella concepción epistemológica se-gún la cual investigar se reduce a operativizar un modelo, a aplicar una fórmula, y en la que la objetividad se confunde con la estadística.
Retos a la investigación en comunicación…
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Frente a esa concepción instrumentalista es necesario hacer hoy hincapié en que un método no es sólo una herra-mienta para abordar un objeto-problema, es también un punto de vista sobre el objeto que impide o posibilita que algo sea considerado problema. De manera que no se puede hablar en abstracto de que un método es más eficaz que otro, y habrá que introducir esas incómodas preguntas: eficaz ¿para qué y para quién?, ¿qué es lo objetivable desde ese método?, es decir, ¿qué instancias, qué dimensiones de lo real pueden convertirse en “objetos” de conocimiento, en problemas? Porque si, por ejemplo, lo único investigable desde un método es lo medible cuantitativamente, o lo que se ve, todo el resto de “lo real” queda automáticamente descartado como no objetivable. Y de ese modo lo posible, el conflicto, el cambio, lo imaginario y lo simbólico –eso que desde Marx y Freud forman el campo de lo real históri-co y de lo pensable– quedan definitivamente fuera del análisis. Dos ejemplos en el campo de la comunicación masiva. El método desde el que las transformaciones culturales son vistas y reducidas a
efectos
de los medios, a efectos aislables y medibles, no sólo deja de lado por “no objetivables” otras variables del contexto social más eficaces que los mismos medios, sino que incapacita para comprender y abordar los procesos culturales en cuanto procesos sociales multidimen-sionales y de largo alcance, esto es, no cuantificables pun-tualmente. Y con ello es toda la problemática de la articula-ción entre sistema de producción y relaciones de poder la que es radicalmente descartada. El descarte de esa articula-ción lo es de ciertas mediaciones fundamentales como, por ejemplo, la inscripción de la violencia televisada en la es-pectacularización de la vida cotidiana realizada por la televisión y su relación con la mercantilización del tiempo libre, del ocio. Pero empeñados en encontrar efectos inme-diatos y directos sobre los comportamientos, es decir, incapaces de aceptar otro tipo de relación social, muchos investigadores siguen sin comprender que la eficacia del espectáculo televisivo, como la de cualquier ritual, no es atrapable ni medible según el esquema estímulo-respuesta. El otro caso que quiero reseñar es el de la incapacidad de las entrevistas y los cuestionarios tradicionales para abordar la actividad de decodificación que realizan los diferentes grupos sociales al “leer” los mensajes de los medios. Como más adelante se va a retomar esa problemática, señalo úni-camente que esa incapacidad no es un mero problema técnico, sino que tiene que ver con la matriz epistemológica y política del modelo al que antes aludía, según el cual la actividad –la producción, la palabra– se halla solamente del lado del emisor, y del lado del receptor sólo hay pasividad o reacción –la escucha y el consumo–. Los diferentes métodos delimitan campos de objetos, y esa delimitación funciona como mediación de unas deter-minadas condiciones sociales –y de unos determinados pro-yectos políticos–. Es a esas condiciones a las que es necesa-rio remitir el valor y el alcance de una investigación, te-niendo en cuenta que la relación del método al objeto plan-tea no sólo la mediación de lo social global, sino también esas otras mediaciones sociales particulares: desde la situa-ción política por la que atraviesa un determinado país, hasta las instituciones que posibilitan-limitan la investigación, la división social del trabajo y las ideologías profe-sionales, etc. Pero sin que la asunción de esas mediaciones implique, por ejemplo, aceptar el chantaje epistemológico que signifi-ca el hacer de la especialización una justificación de la fragmentación de lo real.
Ciertas rupturas y los desplazamientos que implican
Las rupturas de que voy a hablar no son meras rupturas teóricas, son más bien las implicaciones teóricas del aconte-cer que vivimos, las huellas que en el espacio del quehacer teórico y metodológico están dejando ciertos desplazamien-tos en lo político. Comencemos por la ruptura con lo que Mattelart ha lla-mado la “contrafascinación del poder”, ese funcionalismo de izquierda según el cual el sistema se reproduce fatal, automáticamente y a través de todos y cada uno de los procesos sociales. Concepción alimentada desde una teoría funcionalista de la ideología –por más marxista que ésta se proclame– y de una mitificación del imperialismo a través de las cuales, tratando de rescatar la unidad global de la dominación, se acabó cayendo en la atribución al poder o al imperialismo de una omnipotencia, de una ubicuidad y una omnisciencia completamente míticas. Frente a ese fatalismo en últimas paralizante, demovilizador, estamos comenzan-do a comprender que, si bien es cierto que el proceso de acumulación del capital requiere formas cada vez más per-feccionadas de control social y modalidades cada vez más totalitarias, también lo es la pluralización de las contradic-ciones del poder. Estamos comenzando a romper con la imagen, o mejor, con el imaginario de un poder sin fisuras, sin brechas, sin contradicciones que a la vez lo dinamizan y lo tornan vulnerable. Se trata, tanto en la teoría como en la acción política, de un desplazamiento estratégico de la aten-ción hacia las zonas de tensión, hacia las fracturas que, ya no en abstracto sino en la realidad histórica y peculiar de cada formación social, presenta la dominación. Lo cual per-mite, además, empezar a valorar todas y cada una de las luchas que hacen explícita la pluralización de las contradic-ciones, desde la ecología hasta los movimientos de libera-ción femenina.
En ese desplazamiento juega un papel fundamental la nueva concepción del Estado que está abriéndose camino y con la que se intenta dar cuenta tanto de las nuevas contra-dicciones a las que lo enfrenta el desarrollo de las multina-cionales, como de su intervención extendida hoy al conjun-to de la vida cotidiana y la consiguiente politización de esa esfera social. En todo caso se rompe con una concepción instrumentalista del Estado “gendarme” y monolítico, cie-gamente al servicio de la clase dominante, para dar paso a una visión del Estado como lugar de lucha y de conflictos específicos en las relaciones de poder. La otra ruptura clave se produce en la toma de conciencia de la actividad de los dominados en cuanto cómplices de la dominación, pero también en cuanto sujetos de la decodifi-cación y la réplica a los discursos del amo. Respecto a la dimensión de complicidad, es toda la problemática del mal llamado “receptor” la que está siendo replanteada radical-mente. “¿Por qué soportan los hombres desde siglos la explotación, la humillación, la esclavitud, hasta el punto de quererlo no sólo para los demás sino para sí mismos?” (De-leuze). Esto es, ¿poniendo en juego qué contradicciones la dominación es también actividad y no sólo pasividad resig-nada en el dominado?, ¿qué en el dominado trabaja a favor de su dominación? Y lo que van poniendo en claro esas preguntas es que sólo si la opresión es asumida como acti-vidad del oprimido, sólo si se desmonta la complicidad del dominado, será posible romper con las diferentes formas de populismo y comprender que la liberación es problema del oprimido, que es en él que se encuentran las claves de su liberación. Esta perspectiva es fundamental en la investigación de los medios masivos ya que esa complicidad, desde –y en– el imaginario colectivo, es la materia prima con que trabajan los medios, ya que en ellos las esperanzas de las masas populares son cotidianamente atrapadas y vueltas contra esas mismas masas. Pero no sólo hay complicidad, también hay resistencia y réplica. Es nuestro sofisticado instrumental de análisis el que no está hecho para captar esa actividad. Apenas esta-mos comenzando a sentir la necesidad de un desplaza-miento metodológico que nos dé acceso a la lectura que los diferentes grupos populares llevan a cabo; lectura en la que tratan de abrirse caminos otras voces, una palabra que in-troduce “ruido” y que burla y subvierte a su modo las relaciones de poder. Y ese “a su modo” está indicando la existencia de otra “gramática”, de otra lógica en la produc-ción de sentido, en la actividad de deconstrucción que se realiza en la decodificación, con todo lo que esto implica, a su vez, de reto a la imaginación metodológica para poner a punto unos procedimientos que no dejen por fuera esa acti-vidad, como lo hacen irremediablemente las entrevistas y los cuestionarios a que estamos acostumbrados. En efecto, esos cuestionarios llevan inscrita en la pregunta la posibili-dad de respuesta y sólo esa, pero en ellos no cabe una respuesta que se erija a su vez en pregunta y cuestione el lugar y el poder desde el que es formulada; y, además, la actividad de decodificación no es abordable directamente, sino sólo a través del reconocimiento de las huellas que en la lectura dejan ciertos procesos que tienen lugar a otro nivel, en el de la “estructura profunda”, esto es, en el de la experiencia vital y social de esos grupos. Esas rupturas-desplazamientos están indicando un avance importante en dos direcciones: una que busca ubicar histó-ricamente los procesos y los productos de la “cultura masiva” por relación a las culturas populares, y otra que busca contextualizar lo que se produce en los medios por relación a los demás espacios de lo cotidiano. De la relación
los medios, ya que en ellos las esperanzas de las masas populares son cotidianamente atrapadas y vueltas contra esas mismas masas. Pero no sólo hay complicidad, también hay resistencia y réplica. Es nuestro sofisticado instrumental de análisis el que no está hecho para captar esa actividad. Apenas esta-mos comenzando a sentir la necesidad de un desplaza-miento metodológico que nos dé acceso a la lectura que los diferentes grupos populares llevan a cabo; lectura en la que tratan de abrirse caminos otras voces, una palabra que in-troduce “ruido” y que burla y subvierte a su modo las relaciones de poder. Y ese “a su modo” está indicando la existencia de otra “gramática”, de otra lógica en la produc-ción de sentido, en la actividad de deconstrucción que se realiza en la decodificación, con todo lo que esto implica, a su vez, de reto a la imaginación metodológica para poner a punto unos procedimientos que no dejen por fuera esa acti-vidad, como lo hacen irremediablemente las entrevistas y los cuestionarios a que estamos acostumbrados. En efecto, esos cuestionarios llevan inscrita en la pregunta la posibili-dad de respuesta y sólo esa, pero en ellos no cabe una respuesta que se erija a su vez en pregunta y cuestione el lugar y el poder desde el que es formulada; y, además, la actividad de decodificación no es abordable directamente, sino sólo a través del reconocimiento de las huellas que en la lectura dejan ciertos procesos que tienen lugar a otro nivel, en el de la “estructura profunda”, esto es, en el de la experiencia vital y social de esos grupos. Esas rupturas-desplazamientos están indicando un avance importante en dos direcciones: una que busca ubicar histó-ricamente los procesos y los productos de la “cultura masiva” por relación a las culturas populares, y otra que busca contextualizar lo que se produce en los medios por relación a los demás espacios de lo cotidiano. De la relación cultura masiva/culturas populares voy a trazar algunas líneas en el parágrafo siguiente. Respecto a la segunda di-rección me refiero a algunos espacios claves: el barrio como nuevo lugar de lucha por la identidad de los grupos popula-res –identidad cultural, política, etc.–; la calle como lugar de una violencia particular con el circuito inseguridad-repre-sión y las diferentes formas de presencia de la policial; los mercados y su peculiar articulación entre imaginario mer-cantil y homogenización cultural; la escuela, la familia, etc. Tanto una como otra dirección exigen profundos replan-teamientos metodológicos sin los cuales será imposible ir más allá de la manida retórica de la interdisciplinariedad. Y una pista, que me parece especialmente representativa de ese replanteamiento, es la señalada por los trabajos de so-ciología de la cultura que están llevando a cabo algunos investigadores ingleses de la comunicación como R. Wi-lliams, S. Hall, G. Murdok: se trata de una reflexión que retoma la problemática de la “industria cultural” pero libe-rándola de su sesgo apocalíptico y planteando como clave una nueva relación entre cultura y mercancía, una recon-ceptualización de los condicionamientos de lo cultural que define la determinación social ya no en términos de conte-nido, sino de fijación de límites y de imposición de demar-caciones. De otra parte, la contribución de los medios a la valorización del capital y su rol en la producción y distribu-ción de cultura es especificada a través de su nuevo oficio en cuanto “productores de audiencia” y generadores de pautas de consumo.
Nuevos campos estratégicos
Tres campos de investigación en comunicación se confi-guran actualmente como estratégicos: el orden o estructura internacional de la información, el desarrollo de las tecno-logías que fusionan las telecomunicaciones con la informática, y la llamada comunicación participativa, alternativa o popular.
La estructura transnacional de la información
Es este un campo en el que los investigadores latinoame-ricanos están siendo pioneros, y en el que su aporte está siendo fundamental tanto en la formulación del problema como en el señalamiento de alternativas. Quizá en ningún otro campo la investigación ha estado tan eficazmente arti-culada a la denuncia; y es que en el estudio de esa proble-mática están convergiendo los conceptos más lúcidos de la investigación latinoamericana en ciencias sociales –y en especial de la teoría de la dependencia– con propuestas que recogen una vasta experiencia política y de trabajo en el ámbito de la cultura. A este respecto quisiera únicamente plantear la necesidad de ahondar en el estudio de las estruc-turas de producción de la información, pero no sólo en la dimensión económica de estas estructuras, que ha sido la más estudiada hasta ahora, sino también en la dimensión política e ideológica. En la política me refiero a las formas particulares y concretas de relación entre la estructura transnacional de la información y las estructuras nacionales de poder, a la posición de las burguesías nacionales, los conflictos entre diferentes fracciones de clase, y la evolución a este propósito de los diferentes partidos políticos. En cuanto a la dimensión ideológica no me refiero al análisis ideológico de las noticias, sino a los dispositivos ideológicos de enunciación-producción, esto es, a la división social del trabajo en la producción de información, a la especializa-ción de las profesiones y a la sofisticación de las tareas, todo lo cual se materializa en reglas de acción y de discurso que se presentan investidas de la neutralidad de la técnica, en-mascarando así las determinaciones sociales que las origi-nan y rigen. Un ejemplo, que se ubica ya al final de la se-cuencia de producción, es el de los códigos que, en cuanto sistema de operaciones tecno-discursivas, regulan el hacer del camarógrafo y del editor de televisión y que les permiten diferenciar angulaciones, planos y formas de montaje que corresponden al discurso “informativo” por contraposición al resto de los discursos de televisión, es decir artísticos, de espectáculo, etc. Esos códigos trabajan desde una compe-tencia profesional que, a semejanza de la competencia lin-güística, consiste en un saber no consciente que el camaró-grafo o el editor adquieren haciendo su oficio, y a través del cual se materializa un modo de ver, esto es, un imaginario socialmente producido. En todo ello encontramos la nueva forma que adquiere la vieja ideología de la objetividad, ahora reforzada por la magia de las nuevas tecnologías y de la jerga venida de la informática, con las cuales de nuevo se convierte, fetichistamente, en propiedad o cualidad de las cosas lo que es un producto social. Al mismo tiempo, se escamotea el hecho de que es la sociedad la que define, la que determina históricamente qué es objetivo y qué no lo es; de manera que si un discurso aparece como objetivo frente a otro es porque las reglas que definen su producción (y su consumo) están conformes a la definición social de la objetividad. Y en una sociedad dividida en clases la defini-ción social dominante no puede ser otra que la dictadura por la racionalidad dominante, de manera que cambiar realmente de información implicaría cambiar de objetivi-dad. A cada “objetivo” su objetividad. Y la de la raciona-lidad dominante en nuestra sociedad opera bien material y concretamente en la clasificación-separación-organi-zación de las tareas y los discursos. Necesitamos investigar esa ideología tecnocrática que permea y esteriliza muchos re-fuerzos de contrainformación, de comunicación “alternati-va”, precisamente porque lo alternativo en ellas no llega a cuestionar verdaderamente las estructuras ideológico-polí-ticas de la producción de la información.
Las nuevas tecnologías de comunicación
La telemática, a diferencia de la electricidad, no transporta una corriente inerte sino información, es decir poder.
Informe Nora-Minc.
El campo de las nuevas tecnologías se está convirtiendo aceleradamente en uno de los enclaves económico-políticos más decisivos del momento actual. En los países altamente industrializados un tercio del producto nacional bruto pro-cede ya de la manufactura o el procesado de información; Y, por otra parte, el desarrollo de esas tecnologías está di-rectamente ligado a la carrera armamentista y a la conquista espacial. Las áreas sociales de experimentación y aplicación de las nuevas tecnologías de comunicación son principalmente:
•La automatización de los procesos productivos; su extensión y refinamiento.
•La administración del Estado: computación de los ficheros cívico-policiales, esto es, el paso a los ficheros pre-ventivos y de “perfiles globales”.
•La informática médica: que va de la computación en el manejo de aparatos altamente peligrosos, hasta la “revo-lución” del ejercicio de la medicina con la automa-tización de toda clase de exámenes y análisis, lo que disminuirá la necesidad de los especialistas.
•La enseñanza: la instrucción impartida por compu-tadoras “convertirá el saber en sólo saber buscar y utilizar”,
•Los medios masivos: puesta en funcionamiento de los circuitos comunicativos que permiten el
feed-back
ins-tantáneo aplicado tanto a la información para compra de mercancías como al disfrute de programas culturales.
Por la manera en que el desarrollo de esas tecnologías es visto y proclamado por los voceros del sistema, parecería que en ellas se encuentra la solución a la crisis que atraviesa el capitalismo: la revolución tecnológica sería la única posi-ble y desde luego la única eficaz. Los más optimistas pien-san incluso que esas tecnologías ofrecen no sólo una salida a la crisis económica, sino un avance importante en lo polí-tico: un nuevo modelo de democracia avanzada. Los críticos andan en general bastante desconcertados, y sin embargo pocas veces se ha hecho tan patente que la tecnología más que un conjunto de herramientas es una racionalidad práctica, e incluso la materialización de un modelo social, incluidas algunas de sus contradicciones. Mirarla así no implica en forma alguna el facilismo fatalista y suicida del rechazo, sino, por el contrario, la exigencia de un análisis especialmente lúcido de ese “nuevo” modelo de sociedad y del peso relativo pero cierto que esas tecnologías tienen ya. Necesitamos de una investigación capaz de asu-mir la complejidad del reto que las tecnologías plantean; esto es, que no sólo relativice su eficacia fetiche y la mistifi-cación que produce –quizá la verdadera eficacia de las nuevas tecnologías consista en hacer que el sistema social y la racionalidad que lo sustenta salgan de la crisis intactos, y hasta reforzados– sino que sea capaz de poner al descubier-to las virtualidades de transformación, las contradicciones que generan y, por tanto, las posibilidades de acción y de lucha que abren. Desglosando esa propuesta se pueden señalar como especialmente importantes de investigar:
•La transnacionalización de la telemática –fórmula francesa para nombrar telecomunicación + informática– no ya en el plano de la producción y el consumo de aparatos sino de la información en cuanto tal, esto es, de la creación de “redes” multinacionales.
Retos a la investigación en comunicación…
•Los riesgos para las libertades y los golpeados “dere-chos humanos” que se derivan de la centralización y funcionalización política de la información sobre la vida de los ciudadanos: ellas actúan mediante la introducción de archivos electrónicos y las fichas de “perfiles globales” en las que se almacenan inclinaciones, tendencias de persona-lidad, rasgos potenciales de los ciudadanos, recogidas desde la adolescencia y que posteriormente podrán servir de “prueba” judicial o penal. El chantaje para obtener ese tipo de información está empezando ya a operar: si usted no sumi-nistra la información, no se deja fichar, no obtendrá la beca o el puesto de trabajo, etc.
•Los nuevos conflictos que provoca la remodelación de las condiciones de trabajo: la disminución de la mano de obra necesaria y la descalificación de ciertas tareas y la exigencia de cualificación máxima para otras, es decir, la redistribución de las categorías y los niveles de decisión.
•La redefinición de las relaciones entre el Estado y los medios de comunicación merced a la aceleración de la concentración de poder en las grandes transnacionales de la información y la remodelación de su rol mediador. Por el momento esas tecnologías y los procesos que provocan son un “privilegio” de los países ricos; pero ellas no se van a demorar en llegar a los países pobres. La lógica y la presión del imperialismo harán que una vez más los países pobres necesiten, deseen y busquen, al precio que sea, ponerse al día en “comunicaciones”... y América Latina antes que otros, no sólo por la cercanía de la metrópoli sino por la manera en que los propios gobiernos –tanto democráticos como dictatoriales– han asumido “la importancia y la prio-ridad social de los fenómenos de comunicación”. Una vez más está preparada y justificada de antemano, y desde de-ntro, la invasión. Pero esta vez al menos los latinoame-ricanos tenemos la oportunidad de tomar conciencia del proceso desde su inicio, de estructurarlo en gestación para poder enfrentarlo preparados. Ojalá que esa oportunidad no se malgaste.
La comunicación participativa, alternativa, popular
Aunque dicho de muchas maneras y con alcances muy diversos –desde los utópicos hasta los ceñidos a posibilida-des de intervención inmediata–, un propósito fundamental parece definir lo alternativo en materia de comunicación en Latinoamérica: transformar el proceso, la forma dominante y normal de la comunicación social, para que sean las clases y los grupos dominados los que tomen la palabra. Y en ese sentido la comunicación alternativa no es aquí nada nuevo ya que, desde las experiencias pioneras de Paulo Freire, proyectadas después a multitud de grupos en todos los paí-ses del continente, la comunicación ha estado ligada más a la liberación del habla, de la actividad y la creatividad popu-lar que a la potencia o el tipo de medios utilizados. Esto es importante precisamente para salirle al paso a la moda que nos llega reduciendo lo alternativo en comunicación a lo que se realiza en el ámbito de los medios masivos. No estoy afirmando que las alternativas de comunicación popular deban ser únicamente marginales a los grandes medios, que no pueden existir alternativas que involucren a los medios masivos; estoy alertando contra la ya vieja y peligrosa ilu-sión –mcluhiana– de que lo alternativo pueda venir del medio en sí mismo. Frente a ello, y resumiendo las leccio-nes dejadas por un gran número de experiencias “alterna-tivas” llevadas a cabo en países ricos y pobres, Vidal Beney-to afirma: “Lo alternativo o es popular o se degrada en juguetes y/o en máquina de dominio. Y popular quiere decir que hace posible la expresión de las aspiraciones y expectativas colectivas producidas por y desde los grupos sociales de base. Tanto mayoritarios como minoritarios, tanto a nivel patente como latente”.
Pero “lo popular” no es homogéneo, no es un “dato”, y es necesario estudiarlo por tanto en el ambiguo y conflictivo proceso en que se produce y emerge hoy. De un lado está
lo popular como memoria
de otra economía, tanto política como simbólica, memoria de otra matriz cultural amordazada, negada: la que emerge en las prácticas que tienen lugar en las plazas de mercado campesino y aun urbano de Lati-noamérica, en los cementerios, en las fiestas de pueblo y de barrio, etc. En todas esas prácticas se pueden rastrear ciertas señas de identidad a través de las cuales se expresa, se hace visible un discurso de resistencia y de réplica al discurso burgués. En pequeñas investigaciones sobre algunas de esas prácticas se ha hecho patente que esa memoria popular adquiere su sentido no desde la búsqueda de una recupera-ción nostálgica, sino en la oposición a ese otro discurso que la niega y frente al que se afirma una lucha desigual que remite al conflicto de las clases pero también más allá: al conflicto entre la economía de la abstracción mercantil y la del intercambio simbólico. Más que una alternativa en sí misma, lo que esas prácticas populares nos muestran es el empobrecimiento radical de la comunicación cotidiana o festiva que trae consigo la mercantilización de la existencia social. De otro lado está
lo popular-masivo
; esto es, lo masivo co-mo negación y mediación histórica de lo popular. La “cultura masiva” es negación de lo popular en la medida en que es una cultura producida para las masas, para su masi-ficación y control, esto es, una cultura que tiende a negar las diferencias verdaderas –las conflictivas– reabsorbiendo y homogeneizando las identidades culturales de todo tipo. Lo masivo es entonces la imagen que la burguesía se hace de las masas, o mejor, la imagen de sí mismas que éstas deben interiorizar para que cotidianamente sea legitimada la do-minación que aquella ejerce. En ese sentido la cultura
masiva no es algo tan nuevo, no es más que la forma que adquiere actualmente, en el estadio del capitalismo mono-pólico, el proyecto histórico que la burguesía produce para el pueblo desde finales del siglo
XVIII
al darse a sí misma un proyecto de “clase universal”. Pero lo masivo es también mediación histórica de lo po-pular, porque no sólo los contenidos y las expresiones populares, sino también las expectativas y los sistemas de valoración –el “gusto” popular– están siendo moldeados por lo masivo de manera que, como ha dicho Dufrenne “es en esa cultura en la que hoy las masas invierten deseo y de la que extraen placer”. Y ello es así mal que nos pese a los universitarios o intelectuales, que enmascaramos con dema-siada frecuencia nuestros gustos de clase tras de etiquetas políticas que nos permiten rechazar la cultura masiva a nombre de la alienación que ella produce, cuando en reali-dad es a la clase a la que le “gusta” esa cultura, a su ex-periencia vital otra, “vulgar” y escandalosa, que va dirigido ese rechazo. Articulando negación y mediación encontramos que si bien lo masivo tiene mucho que ver con las modernas tec-nologías de comunicación, tiene tanto o más que ver con “lo popular” en el sentido que esa expresión adquiere en el siglo
XIX
. Y entonces lo masivo no es algo completamente exterior, no es algo que venga a invadir lo popular desde fuera, sino el desarrollo de ciertas virtualidades ya inscritas en lo popular mismo. Dicho de otra manera: ciertos para-digmas de la cultura masiva remiten a dispositivos de enun-ciación de lo popular que se configuran a lo largo del siglo
XIX
. Así, frente a la prensa “seria” comienza a gestarse una prensa popular o “sensacionalista”, y frente a la literatura culta aparece la literatura popular del folletín y los almana-ques, de los relatos melodramáticos y de terror. Así mismo, se gesta una iconografía popular en la que se plasma la vulgarización, la popularización de las “grandes obras” pictóricas o con la que se educa religiosa y políticamente, pero también aquella otra iconografía en la que se plasma la resistencia, el rechazo y la burla como en las caricaturas y los chistes gráficos. La comunicación será alternativa en la medida en que asuma la complejidad de esos procesos; esto es, si junto al lenguaje del medio se investigan los códigos de percepción y reconocimiento, los dispositivos de enunciación de lo popu-lar –códigos y dispositivos en los que se materializan y expresan, confundidos ya, la memoria popular y el imagi-nario de masa–. Y valga como argumento de lo dicho lo que me contó un profesional de la comunicación que traba-jó durante años en Radio Sutatenza, la famosa red colom-biana de emisoras de “acción cultural popular”. Cuando las directivas de Radio Sutatenza hicieron su primera encuesta entre los campesinos había en ella una pregunta obvia: ¿qué programa es el que oyen más a diario? A la que una res-puesta mayoritaria fue: el rezo del rosario. Las directivas, desconcertadas, no podían explicarse que entre tantos pro-gramas educativos y prácticos, de información agrícola, de entretención, etc., fuera el rezo del rosario el que gozara de mayor audiencia. Y convencidos de que la respuesta se debía a fallas de la encuesta o de los entrevistadores, deci-dieron rehacerla y lanzarla de nuevo a los campesinos. A la segunda encuesta la respuesta fue la misma: el programa preferido por los campesinos era el rezo del rosario. Uno de los encuestadores se puso entonces a preguntarles directa-mente a los campesinos el porqué de esa preferencia, y la respuesta fue: “porque es el único programa en que pode-mos contestar a los de Bogotá; en el rezo del rosario ellos dicen una parte del avemaría y nosotros la otra, es el único programa en que no hablan ellos solos”.